Juan Palomares /1986 Granada, España
Ha sido galardonado en importantes certámenes, ha participado en un número considerable de exposiciones y se le atribuye el descubrimiento de la técnica del anaglifo aplicado al óleo (las pinturas así resueltas pueden verse con efecto 3D). Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Miguel Hernández, Altea, también estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Granada.
Los cánones de belleza y la moral dominante en cada época han sido cuestionados a lo largo de la historia por artistas que han confrontado esas imágenes ideales a espejos deformantes. El manierismo italiano, por ejemplo, sometió los modelos renacentistas a deformaciones amaneradas que revelaban cierta extenuación ante esos ideales clásicos. Aunque los manieristas no actuaban deliberadamente en contra de los valores establecidos, al imitar de modo subjetivo la maniera de Rafael o Miguel Ángel tergiversaron el estilo de sus predecesores.
Artistas actuales como John Currin siguen recurriendo a distorsiones manieristas para parodiar valores estéticos en alza como la delgadez, la juventud y el hedonismo vacuo patrocinado por las revistas de moda. Sacamos a colación a este pintor norteamericano porque apreciamos concordancias con la obra de Juan Palomares: ambos se inspiran en la imaginería de las revistas de moda para transgredir la idea de belleza y felicidad que nos venden.
Y, sobre todo, ambos interpelan a la historia del arte con un lenguaje contemporáneo, desestabilizando la mirada del espectador e interrogándole sobre los patrones establecidos bajo el signo del arte elevado y el género del desnudo femenino. El virtuosismo técnico le permite a Palomares dialogar tanto con viejos maestros como con la estética del grafismo informático, cuestionando esas tradiciones pictóricas y su influencia en la percepción contemporánea.
Algunos de sus retratos femeninos parecen haber sido sometidos al retoque digital, pero son puro óleo en los que el artista dirime la colisión entre la apariencia externa y la expresión psicológica. Lo inquietante de sus pinturas no son las sutiles desproporciones de sus modelos sino el modo en que estas desarmonías las hacen terriblemente atractivas. La virtualidad no sólo instaura nuevos cánones estéticos sino que obliga a renegociar las relaciones entre la representación y la realidad.
Anna Adell